De niña, antes de salir de casa recuerdo que mi madre siempre nos repetía a mi hermana y a mí aquello de ‘¿habéis pasado por el baño? Que luego no sabemos cómo estarán’. Daba igual que solo fuéramos de compras, o a un bar o de viaje. Había que hacer un pis ‘por si acaso’. Aún hoy sigo pasando por el baño antes de abandonar la oficina, mi casa o algún otro lugar de wc seguro. Lo que no sabía mi pobre madre – y yo desconocía hasta que me crucé con la fisioterapeuta especializada en suelo pélvico, Elena Valiente – es que ese hábito tan femenino equivale a comprar papeletas para acabar con la temida incontinencia urinaria.

Una persona sana acude al baño a hacer aguas menores entre 7 y 8 veces cada 24 horas. Nuestra vejiga está preparada para aguantar entre cada visita al servicio sin mayores problemas, salvo que nos dé por beber demasiado líquido. A poco que haya 150 o 200 mililitros ya notaremos ganas. Pero hasta que no contenga 400 o 500 mililitros podemos aguantar sin estar incómodas. A partir de ahí, es mejor ir pensando en ir al baño para no generar otros problemas de salud.

 

Si nunca se llena, cada vez retiene menos

 

¿Qué hay de malo en poner el contador de la vejiga a cero con relativa frecuencia? “Que se acostumbra a retener poco. Cuando la vacías con demasiada frecuencia acabas por modificar su capacidad. Es un órgano con capacidad de estirarse a medida que se va llenando. Si no dejas que se llene lo suficiente, pierde esa capacidad de agrandarse y cada vez manda antes al cerebro la señal de miccionar. Es entonces cuando sientes una incontenible necesidad de ir al baño”. Lo curioso es que llegas y solo salen unas gotas, pero en tu cabeza la sensación era de auténtico torrente. Puede incluso que cuando llegues al baño ya haya habido alguna incómoda fuga porque la vejiga no es capaz de retenerla.

A esta urgencia se la conoce con el término de vejiga hiperactiva. No es la única explicación para esta patología. Puede haber otras razones clínicas, como una cistitis, problemas del suelo pélvico o, sencillamente, estar en los últimos meses de embarazo y que el útero presione sobre la vejiga. Son circunstancias que no podemos controlar. En cambio, sí podemos evitar los malos hábitos y lo de visitar el baño ‘por si acaso’ es uno de ellos. “Casi todas las mujeres hacemos o hemos hecho esto durante mucho tiempo porque así nos lo enseñan desde pequeñas. Unas veces es por temor a que el baño esté sucio. O porque entramos en una reunión que lo mismo se alarga. O vamos a viajar y no sabemos cuándo habrá una parada para ir al baño. Vaciamos del todo la vejiga, aunque no hubiéramos notado la necesidad, solo ‘por si acaso’. Siento llevar la contraria a nuestras madres, pero no hay que hacerlo. Es comprar papeletas para tener pequeñas pérdidas de orina de forma prematura”.

Aguantar mucho, tampoco

Retener el deseo de ir al baño tampoco es buena idea. “Podrías producir un sobreestiramiento del músculo detrusor de la vejiga. Es la capa de músculo liso que recubre la pared de la vejiga urinaria y que se contrae de forma consciente cada vez que queremos orinar. Si pierde esa capacidad de contracción, podríamos tener problemas para evacuar el líquido de su interior”. Otra de las consecuencias es que aumenta el riesgo de infecciones en los riñones o en la propia vejiga.

Esta experta aclara que acudir al servicio con demasiada frecuencia no causa problemas en el suelo pélvico. «Pero con la edad, si aparecen, la vejiga hiperactiva podría sumarse a la incontinencia que ya de por sí genera un suelo pélvico debilitado. Para evitar que esa parte de nuestra anatomía se debilite, conviene practicar los ejercicios de Kegel o algún tipo de gimnasia fortalecedora, con bolas chinas u otro tipo de estimuladores de uso doméstico».

La oferta de este tipo de objetos es cada vez más variada. Algunos, incluso con tecnología inteligente y mucho diseño. Se venden en farmacias, parafarmacias y hasta en perfumerías.

Entradas recomendadas